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La cultura cubana es una combinación de tradiciones españolas y africanas, presentes en la literatura, la música, la pintura, la poesía, el cine, la artesanía y las demás expresiones artísticas y culturales.
No obstante, en la conformación de la nación cubana se funden tres raíces, que fueron incorporándose lentamente en la integración de la sociedad étnica: la raíz de los pobladores aborígenes, cuyo legado étnico se vio reducido por el impacto del proceso de conquista y colonización española; y las raíces española y africana. La primera, resultado de una migración proveniente de la que fuera metrópoli de Cuba; y la raíz africana que dejó una huella muy particular en el proceso formativo de la cultura cubana. Procedentes de diferentes etnias (yorubas, mandingas, congos, carabalíes, bantú), como esclavos fueron mezclados en las plantaciones cubanas, provocando nuevas asociaciones culturales, entre las propias comunidades africanas. A ello se suma la influencia étnica de los chinos, introducidos como coolíes contratados, y que han dejado su huella en el mestizaje y en la cocina cubana. En la definición actual de la cultura cubana, estas raíces conforman la base de las tradiciones, la cultura y la religiosidad popular.
En la música destacan géneros como la contradanza, el son, el danzón, el bolero, el guaguancó, la trova, el feeling, el mambo, el cha-cha-chá y la salsa. La mezcla de la guitarra española y el tambor africano brinda sus formas más distintivas a la rumba y el son. Parte de la música folclórica de Cuba, como el punto cubano, el zapateo y la guajira, ha sido influenciada por la música europea.
La pintura es la más genuina de las expresiones plásticas del país. Su evolución no pudo seguir un proceso de desarrollo coherente, porque sus primeras expresiones, realizadas por los aborígenes en las cavernas, quedaron interrumpidas con la desaparición de estas poblaciones. Luego de la conquista española y evangelización de Cuba, predominó una pintura de corte religioso, asociada a la liturgia católica. En el siglo XIX, con la fundación de la Academia San Alejandro (1818), se comienza a gestar en el país una pintura hecha por criollos, orientada a satisfacer el gusto europeo de la burguesía cubana. Hacia la década de 1880 se produce una nueva tendencia de orientación, que tuvo como tema principal el paisaje. Entre las figuras más importantes destacan Esteban Chartrand y Valentín Sanz Carta. Siguieron expresiones de la pintura costumbrista en la obra de Víctor Patricio de Landaluze. La reacción vanguardista de los años 20 (del siglo XX), inauguró un nuevo momento en la pintura cubana. El movimiento moderno tuvo su primera y más importante exposición en 1927, auspiciada por la Revista de Avance. Iniciadores de la vanguardia cubana fueron Eduardo Abela, Víctor Manuel, Antonio Gattorno y Carlos Enríquez, entre otros. Artistas jóvenes indicaban ya un nuevo momento en el arte cubano, que se concretaría con la llamada Escuela de La Habana, en la década del 40. Figuras como René Portocarrero, Amelia Peláez y Mariano Rodríguez, forman parte de este movimiento. En 1942 regresa Wilfredo Lam a Cuba, después de una larga estancia en Europa y una experiencia de taller con Pablo Picasso. En 1943, Lam realiza la obra que lo ha inmortalizado “La jungla”, que fue adquirida por el MOMA de Nueva York. El movimiento plástico se fortalece a partir de la creación, en 1962, de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, con figuras importantes como Raúl Martínez y Antonia Eiriz. Unos años más tarde, en 1976, se funda la Facultad de Artes Plásticas del Instituto Superior de Arte. Obras de Roberto Fabelo, Zaida del Río, Tomás Sánchez, Pedro Pablo Oliva, Manuel Mendive, Flora Fong, Nelson Domínguez, entre muchos otros, conforman el patrimonio de las últimas décadas. Hay que añadir nombres de artistas más jóvenes como José Bedia, Kcho y Flavio Garciandía, que han ocupado un lugar privilegiado al frente de los nuevos caminos de la plástica. La pintura cubana durante los últimos 30 años, ha mostrado gran capacidad para recibir las influencias más importantes del arte internacional con sentido propio y creativo, asumiendo al mismo tiempo, una postura crítica en sus temas, para continuar definiendo así los rasgos de la identidad cubana.
El Museo Nacional de Bellas Artes en La Habana, atesora colecciones de arte clásico y moderno, y reliquias de culturas nativas desde antes del siglo XVI. Otros museos importantes son el Museo de Arte Colonial y el Museo Antropológico, en La Habana, el Museo Emilio Bacardí Moreau y el Museo de Historia Natural, ambos en Santiago de Cuba, así como el Museo Oscar María de Rojas, en Cárdenas.
La primera obra literaria versificada de Cuba, Espejo de paciencia, fue escrita por Silvestre de Balboa y data de 1608. En la primera mitad del siglo XVIII, apareció la primera obra teatral de autor cubano, de que se tiene noticia: “El príncipe Jardinero y Fingido Cloridano”, de Santiago de Pita. En 1790, con la aparición del Papel Periódico de La Habana, la burguesía criolla logró un espacio importante. Manuel de Zequeira y Manuel Justo de Ruvalcaba se consideran los poetas más representativos del XVIII. Es en siglo XIX, que comienza a consolidarse la tradición en la poesía cubana, con versos tan hondos y hermosos como los de Julián del Casal, Plácido, El Cucalambé, Juan Clemente Zenea, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Juana Borrero, José Jacinto Milanés, Luisa Pérez de Zambrana, José María Heredia y José Martí, que dejan la huella de una lírica exquisita que, aunque romántica, supo en algunos casos, sobrepasar los límites del sentimiento para ofrecer versos de absoluto comprometimiento. En el siglo XIX escribió Cirilo Villaverde la primera gran novela cubana, Cecilia Valdés, uno de los legados más vitales. Otros novelistas importantes son Ramón Meza y Gertrudis Gómez de Avellaneda. Esta isla de poetas se crece en el siglo XX con los nombres de José Zacarías Tallet, Regino Pedroso, Regino Botti, Nicolás Guillén, Carilda Oliver, José Lezama Lima, Eliseo Diego, Cintio Vitier, Fina García Marrúz, Pablo Armando Fernández, y Dulce María Loynaz, entre otros importantes escritores, que también empezaron rápidamente a obtener importantes reconocimientos internacionales. En la actualidad, la narrativa es uno de los géneros que más se ha desarrollado en escritores como Alberto Garrido y Ronaldo Menéndez, dando fe de la vitalidad de la literatura cubana.
La primera cinta filmada en Cuba, “Simulacro de un incendio”, data de 1897. Durante el período republicano cubano se rodaron más de ochenta largometrajes de ficción. Sin embargo, no es hasta el triunfo de la Revolución cubana, que se sientan las bases para una industria cinematográfica que apoya el desarrollo del cine nacional. La fundación en 1959 del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), significó un cambio fundamental para los creadores de la imagen en movimiento. En 1960 se fundó la revista Cine cubano, auspiciada por el ICAIC, que desarrolló una labor vital en la divulgación de la actividad teórica y creativa. Ese mismo año, Tomás Gutiérrez Alea estrena “Historias de la Revolución”, primer filme de ficción. Julio García Espinosa, también estrena “Cuba Baila”. En esta primera etapa, llamada “la década de oro del cine cubano”, se estrenan importantes y reconocidas películas. La labor excepcional de Santiago Álvarez, como documentalista, reveló su peculiar virtuosismo a través de casi cuarenta años de trabajo ininterrumpido, con estrenos importantes. “Fresa y chocolate”, la película que más éxito ha tenido en la historia fílmica cubana, fue nominada al premio Oscar como mejor película extranjera y logró que Cuba pudiera penetrar al mercado cinematográfico mundial. Muchas de las películas cubanas han obtenido numerosos premios y reconocimientos en festivales nacionales e internacionales.
Cuba se ha visto reflejada en la fotografía. El 5 de abril de 1840, El Noticioso y Lucero, diario habanero, da a conocer la introducción en Cuba del primer aparato fotográfico. Pedro Téllez de Girón tomó la primera foto de la que se tienen referencias, pero tal parece que esta fotografía se perdió. En el período inicial de la Guerra de Independencia de Cuba, se pueden significar las aportaciones que hace el fotógrafo José Gómez de la Carrera, cuyo fotorreportaje de la guerra ofrece los cimientos al fotoperiodismo contemporáneo, sentando pautas aún poco superadas. En 1882 se fundó la primera publicación especializada: Boletín Fotográfico. En 1887 sale a la luz el libro publicado en la imprenta habanera de Soler Álvarez, La fotografía al alcance de todos. El período que abarca desde principios del siglo XX hasta los años 30, está reflejado por autores de la trascendencia de Generoso Funcasta, López Ortiz, Martínez Hilla, Ernesto Ocaña, entre otros. Es un período en el que la imagen adquiere gran importancia, a través de las diferentes publicaciones periódicas. Mención aparte requiere la obra de Joaquín Blez, fotógrafo de la alta burguesía, de un gusto exquisito en el tratamiento del desnudo y el retrato. En los años que preceden a la Revolución, las cámaras de Constantino Arias, Moisés Hernández, los archivos del Diario de Cuba, en Santiago; los fondos de la Revista Bohemia o el Diario de la Marina, de La Habana, nos dan una visión completa del agitado proceso social que vivía Cuba. Llega la Revolución y otro grupo de fotógrafos realiza las imágenes que figuran entre las más difundidas de la historia. Fotógrafos como Alberto Díaz (Korda), Raúl Corrales, Osvaldo Salas y Ernesto Fernández se encuentran entre los más reconocidos de estas décadas. Del período posterior a la Revolución nos llega una visión reflejada en la obra de autores como “Marucha”, “Mayito” y Roberto Salas. La Primera Muestra de la Cultura Cubana, realizada en 1966, con el auspicio de la Casa de las Américas, integra la fotografía al concierto de todas las artes. La primera muestra de fotografía cubana se presenta en 1976, en México, y fue tan bien acogida que al año siguiente se reorganizó la exposición “Historia de la fotografía cubana”, en la propia ciudad. En el último período, los autores están realizando una labor a partir del ensayo fotográfico o puesta en escena, y se destacan por la belleza y el contenido de sus composiciones. Muchos de los trabajos actuales tienden más a la ilustración que a lo documental; otros, alternan entre lo poético y lo irónico.
En la identidad ambiental de Cuba se destaca su arquitectura, sobre todo la que define los espacios históricos de las ciudades coloniales. El modelo hispánico, procedente de la arquitectura popular del sur de España, adquirió fuertes caracteres de adaptabilidad climática, para satisfacer los requerimientos de un modo de vivir en condiciones tropicales. Se trata de una arquitectura de amplios ventanales y balcones, que hicieron la casa comunicativa y abierta. El empleo de elementos tamizadores de la luz le daría a la casa un tono muy peculiar, a través de sus rejas y vitrales de medio punto coloreados. Amplios soportales en las plazas y principales avenidas, harían al gran escritor Alejo Carpentier llamar a La Habana “la ciudad de las columnas”.
Durante el siglo XIX, el estilo neoclásico dará un toque de distinción a la arquitectura de la burguesía criolla. El Palacio de Aldama o la Calzada del Cerro en La Habana dan muestras del alto nivel artístico que alcanzaron estas construcciones. A lo largo del siglo XX no cesaron de intervenir en el espacio urbano diversas influencias arquitectónicas. El Art Nouveau, traído por los maestros catalanes; el eclecticismo, que se impone y se generaliza; los neohistoricismos; y el Art Deco, que inaugura al movimiento moderno de corte racionalista, hacen de nuestras ciudades, y especialmente de La Habana, espacios de alto valor patrimonial por la convivencia de múltiples estilos, que participan en el deleite visual urbano.
Especial interés ofrece el sistema de fortalezas militares de la ciudad, y en general todo el conjunto del país. En la capital se encuentra la fortaleza de La Cabaña, la más grande de América; y el Castillo de la Real Fuerza, el primer castillo abaluartado del continente. Se pueden visitar también el Castillo de los Tres Reyes del Morro y el Castillo de La Punta (ambos en La Habana), el Castillo de Jagua (en Cienfuegos), San Pedro de la Roca (en Santiago de Cuba) y el Fuerte de Matachín (en Baracoa). Cuba cuenta además con dos ciudades que fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por su alto valor arquitectónico de conservación: La Habana Vieja, Cienfuegos y Trinidad.